Mie 03 de Feb del 2016
La crisis del ladrillo ha obligado a los arquitectos a reinventarse. El fin de la burbuja inmobiliaria sacó a relucir las vergüenzas de un modelo acabado y a partir de ahí sólo los más fuertes sobrevivieron.
Muchos tuvieron que elegir entre emigrar o aplicar su formación en otros servicios. Seguir por el mismo camino no sólo tenía riesgos, sino que empezaba a oler a oportunidad perdida. Por eso algunos dejaron a un lado su ego y decidieron dar un paso atrás para convertirlo, a medio plazo, en dos hacia adelante. Metieron la construcción en la nevera y arriesgaron todo por una idea: los servicios integrados, es decir, bajar al terreno de las inmobiliarias e involucrarse también en el proceso de venta y reforma. Un todo en uno basado en la confianza permitiría que la rueda siguiese girando y generase, al final del proceso, nuevas oportunidades para construir.
El punto de partida es que la demanda de servicios profesionales de arquitectura y urbanismo es inferior a la oferta. No hay hueco para todos y el inmovilismo no genera oportunidades. Por eso los servicios inmobiliarios, los más familiares para un arquitecto, se presentan de manera histórica como la salida más razonable. No es nuevo ver arquitectos trabajando para inmobiliarias a todos los niveles de responsabilidad. Lo que cambia ahora es la actitud y la estrategia para que la arquitectura siga presente, empujar desde abajo para transformar el sistema y ganarse a pulso no renunciar a nada.
"Los arquitectos han tenido que cambiar en cierta medida su actitud en relación con el mercado a fin de ser más proactivos. El arquitecto se consideraba hace años como parte de una élite, pero eso ha cambiado totalmente", apunta Norberto Beirak, miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM).
El arquitecto se consideraba hace años como parte de una élite, pero eso ha cambiado totalmente
En opinión de Beirak, el negocio inmobiliario es el que más gana en este proceso porque se profesionaliza. Los arquitectos conocen todas las etapas por las que atraviesa "cualquier iniciativa inmobiliaria, pequeña o grande", lo que provoca que el cliente se encuentre frente a un interlocutor que "tiene atribuidas por Ley las competencias exclusivas para concebir y proyectar los edificios residenciales, de oficinas y otros similares". Está específicamente entrenado para dar respuesta a cualquier necesidad con un punto novedoso y creativo.
Dos de los que intuyeron las posibilidades de ese mercado fueron Daniel Sanz y Ana Latorre, una pareja de arquitectos que en los últimos años ha sido puesta comoejemplo de emprendimiento en Televisión Española y otros portales internacionales. Tras crear su propio estudio de diseño y arquitectura, Espacia, y lanzar una aplicación gratuita para saber el precio óptimo de un inmueble, abrieron un nueva vía de negocio con MAR Real Estate para dar un vuelco a la forma de vender pisos en España. Tres años después los proyectos se acumulan, crean empleo, son vistos con fiabilidad por los bancos y empiezan a tocar con la punta de los dedos el objetivo con el que empezó todo: volver a la arquitectura desde el negocio inmobiliario.
"Nosotros no ofrecemos frutos de forma globosa algo hundida por los extremos del eje (definión de la RAE de manzana), nosotros ofrecemos manzanas, es decir, somos claros, les ponemos nombre a las cosas, y nombres que la gente identifique claramente. No vendemos proyectos de reforma vinculados a la compra de una vivienda, sino que vendemos que una familia consiga una vivienda que se adapte 100% a su modo de vida, y no al revés", explica Sanz.
Su filosofía es que la arquitectura y el diseño sirvan como vehículo transmisor de cercanía y empatía con el cliente poniéndose a su servicio. En este sentido, Latorre recalca que su objetivo es "buscar proyectos para nuestros clientes y no clientes para nuestros proyectos. Parece lo mismo pero la diferencia es sustancial".
El objetivo es buscar proyectos para nuestros clientes, y no clientes para nuestros proyectos
Ese plus con el cliente de cara a enriquecer un sector que viene de sufrir mucho es algo que se trabaja con insistencia desde el propio COAM, que ofrece formación continua a través del Instituto de Arquitectura. Tal y como apunta Beirak, no por ser arquitecto se es mejor dentro de una inmobiliaria. "No es un negocio sencillo y requiere de músculo económico, de visión comercial y de profesionalización, como cualquier otro negocio", expone a la hora de describir los cursos con los que el colegio da una salida más optimizada a los profesionales.
¿EN QUÉ CAMBIA UNA INMOBILIARIA?
Cambia fundamentalmente la percepción. Beirak considera que si algo ha afectado a la baja popularidad del sector es, por un lado, su escasa visión a medio plazo (ascenso imparable y posterior batacazo de los precios con el estallido de la burbuja) y, por otro, su reducida vocación en relación con la puesta en mercado de productos claramente baratos. La llegada de arquitectos supone, en su opinión, una mejora en la credibilidad. Pero no todo es una cuestión de precio.
Otro de los aspectos que irrumpen con fuerza en el mercado inmobiliario es la personalización. En este sentido, Sanz y Latorre insisten en la importancia de que todas las viviendas de su cartera ofrezcan, de inicio, varios tipos de reformas integrales en busca de distintos perfiles de compradores. Amplían el mercado a través del diseño y generan una auténtica customer experience desde la primera visita a la inmobiliaria hasta el final (en las paredes del local figuran las personas que han confiado en ellos). "Aunque sea la misma casa, no puedes enseñar lo mismo a una familia con tres hijos que a una pareja de 50 años, tienes que adaptarte a sus necesidades, no tratar de venderlo y ya está. Hay mucha gente que no ve las posibilidades que tiene un inmueble y de cómo podría cambiar", coinciden.